
“Preparamos un altar en el que colocamos tres limones, una copa de agua con sal y una vela amarilla o dorada. Prendemos la vela y repetimos tres veces la siguiente afirmación: (…)”.
El final de esta invocación, prefiero omitirlo, pero díganme (quienes peinan canas) si no parece extraída de esos textos que solían ser escritos a mano detrás de los billetes, creando cadenas infumables. Sin embargo, esta cosa, que parece medieval, apareció en un conocido diario porteño, hace poco más de un mes.
Lo que en cambio no tendría que asombrarnos es el deseo oculto y profundo de implorar al Universo por prosperidad y abundancia. Vengo reflexionando mucho sobre eso y llego a la conclusión de que la palabra “riqueza” parece haberse convertido, tanto de manera explícita como subliminal, en mala palabra, y por lo tanto no sentimos la libertad de reclamarla como algo que nos corresponde, como algo a lo que tenemos derecho.
En la distorsión, que se fue fundando década tras década, olvidamos también que esta tierra es pródiga y que esa prodigalidad nos pertenece. Son afirmaciones que hago para mí misma, como una preparación personal para volver a empezar desde cero (no obstante no sea ya una nena).
Mañana, como si hubiesen sido poco los excesos de feriado largo, es el bendito día de ñoquis. El 29 no es sólo el día en que se acostumbra comerlos, sino que por mucho tiempo, fue el día en el que el ritual prescribía colocar una moneda o un billete bajo el plato para atraer Prosperidad.
Parece que la tradición de la comida se mantuvo, pero el billete bajo el plato se fue esfumando. ¿Quiénes de ustedes, aunque sigan comiendo ñoquis, mantiene el ceremonial intacto? Me da la impresión la parte de la moneda fue desapareciendo porque algo en el ritual salió mal. Muy mal.
No creo que juntar tres limones con tres velas encendidas, más tres hojitas de laurel con una inscripción hecha birome sirva para absolutamente nada por sí solo, pero creo firmemente, en el poder de invocar, lo que sea. Creo en la potencia de las convicciones cuando salen de lo más profundo, creo que eso es la fe, y como se sabe, la fe es capaz de mover montañas. En el caso del ritual de los ñoquis me da la sensación de que el billete se escapó porque perdimos toda esperanza.
A la vez me pregunto, ¿qué maldito ritual habremos macabro habremos hecho como sociedad para que esa esperanza fuera aniquilidad? Uno de ellos, para mí, es creer que la riqueza es mala. No estaría mal entonces revertir la poderosa cadena de pensamientos que genera semejante aberración. Riqueza es pecado sólo cuando es robada. Cuando se llega a ella legítimamente es una bendición, y sólo tendría que obligarnos a ser agradecidos y generosos con ella, nunca a sentir culpa.
Venía yo misma peleada con la tradición del 29, pero los ñoquis no tienen la culpa. Es nuestra intención (la mía al menos) la que venía pifiando.
¿No vendría siendo hora de volver a sacralizar el plato que nos toca mañana? con o sin billete, eso importa poco, pero con la convicción de que estado ridículo de cosas que alcanzamos como sociedad no puede ser verdad, que todo lo que nos está pasando es una gran mentira, que la construimos colectivamente con nuestros pensamientos y que con esa misma fuerza somos capaces de revertirla. Que así sea.